MAGRES Y OBLADAS EN CABO DE PALOS, PESCA NOCTURNA

Vuelvo al mismo sitio, a las mismas rocas. La nche está un poco ventosa aunque la mar está ideal, un poco de espumita y a pescar sargos. Nada mas empezar comienzan las picadas, gran tirón y la caña hecha un gancho, tiro con fuerza y lo veo, es un sargo de mediano tamaño, peleón; pero poco antes de conseguir traerlo hacia mí, lo pierdo: consigió soltarse y volver al agua. No pasa nada, sigo tentandolos con mi langostino troceado. Esta vez llevaba un anzuelo más pequeño, del nº 6, normalmente uso del nº 4, al poco rato, consigo levantar uno, también pelea, no es muy grande pero lo sificiente para alegrarme la noche.
 Que buen sitio he encontrado, pienso. Es una piedra escondida, dificil de encontrar y de acceder a ella, sobre todo en la noche y sin compañia. Merece la pena estos momentos en soledad con la luz de las estrellas y el ruido del mar azotando las rocas. Las picadas cesaron, parece que los sargos se han ido, me comente a mi mismo. De pronto, ZAS! tirón enorme, peleo con todas mis fuerzas y consigo levantar el pescado y traerlo hacia mí. Fue una picada muy distinta a lo que los sargos me ienen acostumbrado, seca, contundente y agresiva. Cuando enfoco al animal con mi linterna que llevo en la frente como la de los mineros, veo que es una oblada, es la primera que saco. Ya me advirtió mi amigo Miguel que son muy agresivas y que con sus picadas se disfruta bastante, él me contó que llegó a sacar una de un kilo y fue espectacular.
 Después de capturar la oblada, enroqué mi aparejo y decidí irme a casa. Una última mirada a las estrellas y al horizonte, donde se apreciaban a lo lejos las luces de los barcos mercantes que navegan uno detras de otro a unas cuantas millas de mi roca.